Sala C. Del 27 de abril al 20 de mayo de 2017.

PACO DÍAZ, “Ciudad invisible”

 

Paco Díaz (Madrid, 1965) vive y trabaja en Madrid.

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid. Taller con el artista John Armleder.

Entre las exposiciones recientes que ha realizado hay que destacar las individuales “Père-Lachaise”, en el Colegio de España de París; “Al fin una casa”, en el Centro Cultural Pérez de la Riva de Las Rozas y “Migraciones”, en el Centro Cultural Moncloa de Madrid. Y entre las colectivas, “Pintura 9X2”, en el Instituto Cervantes de Casablanca; la muestra internacional de fotografía “Olhares de futuro” en Castelo Branco o la Exposición Internacional de Artes Plásticas de Valdepeñas.

Ha participado en ferias y encuentros como ARCO, ENTREFOTOS, FLECHA, WE ARE FAIR! o el Nemo Art Festival de Córdoba.

En los últimos años ha tenido el honor de recibir varios premios y menciones, entre los que destacan el Premio fondo adquisición “Antonio López García” (2016); Premio adquisición Virgen de las Viñas (2016) de Tomelloso; XXXVIII Premio Nacional de Pintura “Casimiro Sainz” (2015); primer premio en XXVII Concurso de Pintura Francisco Pradilla (2014); segundo premio del XIV Premio de Pintura Timoteo Pérez Rubio (2014); primer premio en el X Certamen Nacional de Fotografía Francisco Fernández, Torreblascopedro, Jaén (2013) o el Premio Fundación Marazuela del Ayuntamiento de Las Rozas (2013).

 

CIUDAD INVISIBLE / PACO DÍAZ

Hace seis años crucé por primera vez la puerta que da acceso al cementerio de Père Lachaise de París. Un sitio ideal para mirar hacia el pasado y ver el futuro, buscar el paraíso y encontrarse de frente con el infierno. O al revés.

Descubrí una ciudad dentro de otra, o una sucesión de ciudades superpuestas que bien podrían encontrar fácil acomodo entre las que describió Italo Calvino en “Las Ciudades Invisibles”. Era evidente que estaba ante una ciudad escondida, pero por su extensión, por momentos, parecía continua. Y sutil, semántica y visual. Una ciudad de recuerdos, que despierta el deseo y, por supuesto, que rememora la muerte. Una inmensa maqueta, un parque temático de la arquitectura del XIX que se ha mantenido ajeno a la especulación inmobiliaria y a los cambios de gusto de cada época, una ciudad, pero también su simulacro. Construcciones a escala, muchas veces proyectadas y realizadas por los mejores artistas del momento y que hace años fueron olvidadas por los descendientes de los que en ellas yacen. Golas, pinjantes, arquivoltas, volutas y dentillones, adoptan distintas configuraciones. Motivos ornamentales desterrados hace un siglo del léxico utilizado por los arquitectos, tallados en piedra para perdurar y que pertenecen a una arquitectura muerta. Granito, mármol o arenisca aderezados con musgo y líquenes, tumbas escoltadas por cipreses o ejemplares de hoja caduca, vegetación que ayuda a crear una imagen evocadora. La misma vegetación que amenaza, corroe y arruina panteones y tumbas modestas.

En los últimos años he vuelto varias veces a Père Lachaise y he descubierto otros cementerios en París, Londres, Barcelona, Madrid… estas visitas me han servido para descubrir un mundo y construir sobre él mi ciudad invisible, que coincide en muchas cosas con las descritas por Italo Calvino. Un ciudad hecha a base de cuadros pintados con óleo sobre lino y que sigue en construcción.

“En las piezas de Paco Díaz se juega a la superposición chocante. El verbo jugar no es caprichoso, porque una cierta voluntad lúdica parece manifiesta en aquellas obras que proponen conjurar el horror vacui a través de la acumulación de objetos pop y formas enigmáticas. En esa estrategia de confluencia, los cementerios (el parisino Père Lachaise, el londinense Brompton Cemetery y el madrileño Cementerio de la Almudena) conviven, como en una fusión de Universos Paralelos, con construcciones de sofisticada arquitectura que sugieren refugios infantiles, estilizaciones de cabañas en el bosque, casas encima del mundo, casas para siempre, trincheras existenciales. O con escaleras (de caracol, de incendios, industriales), que se pierden en cielos plomizos y, por tanto, muy poco asociados a la retórica de las iconografías  religiosas de la ascensión celestial.”

Jordi Costa

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