SALA B – DEL 10 DE FEBRERO AL 24 DE ABRIL DE 2011
Pasillos intransitados o fachadas del movimiento internacional, puentes en los que juega la luz o máquinas que, conservando toda su armonía, se han quedado antiguas, los cuadros de Millán destilan una melancolía sabia y afirmativa, nada decadente ni crepuscular: la melancolía de quien se ha propuesto detener en el tiempo instantes nada decisivos, instantes que duran mucho tiempo, instantes, de hecho, que parecen escapados del tiempo.
Lo mejor, finalmente, de estos cuadros pequeños que Millán presenta ahora, agrandando una producción que ya ha conseguido ser personal sin impostar la voz, es que no sólo nos hace ver que cree firmemente en la pintura, sino que nos invita y casi obliga a creer que la pintura aún no ha perdido un ápice de sentido.
JUAN BONILLA
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